La economía circular ha dejado de ser un concepto futurista para convertirse en una necesidad estratégica. En un mundo de recursos finitos y una creciente presión regulatoria y social, el modelo de «producir, usar y tirar» está llegando a su fin. La transición hacia un sistema que elimina los residuos desde el diseño y mantiene los materiales en uso es ya una de las mayores palancas de competitividad del siglo XXI.
Pero, ¿dónde se encuentra España en este viaje? Y, más importante aún, ¿cuál es la situación real de las PYMES, ese tejido empresarial que conforma más del 99% de nuestras empresas y genera el 62,2% del valor añadido bruto?
En este primer artículo de nuestra serie de dos, vamos a realizar un diagnóstico profundo y basado en datos para entender el verdadero punto de partida. Analizaremos el panorama general, nos adentraremos en la realidad de las pequeñas y medianas empresas y descubriremos una paradoja fascinante: la de un motor económico que practica la circularidad casi sin saberlo.
El espejo europeo: la doble cara de la circularidad en España
Para entender la situación de nuestras PYMES, primero debemos mirar el tablero de juego europeo. Cuando comparamos los indicadores macroeconómicos de España con los de nuestros socios comunitarios, emerge una imagen de contrastes.
Por un lado, España demuestra una notable y creciente eficiencia en el uso de sus recursos. Medimos esto con la «productividad de los recursos», que calcula cuánto valor económico (PIB) se genera por cada kilo de material consumido. En 2019, España generaba 2,86 € por kilo, una cifra que no solo duplica la de principios de siglo, sino que supera con creces la media de la UE (2,14 €/kg). Esto significa que nuestras empresas son cada vez mejores en hacer más con menos.
Sin embargo, esta buena noticia en la fase de producción choca frontalmente con nuestro desempeño al final del ciclo de vida. Aquí, los datos son mucho menos alentadores:
- Tasa de uso de material circular: Este indicador mide qué porcentaje de los materiales que usamos proviene de fuentes recicladas. En 2021, la tasa en España era del 8,9%, por debajo de la media europea del 11,7% y muy lejos de líderes como los Países Bajos (34%). Seguimos dependiendo en gran medida de las materias primas vírgenes.
- Gestión de residuos: Este es nuestro verdadero talón de Aquiles. La tasa de vertido de residuos municipales en España ronda el 55%, más del doble que la media de la UE (24%). En consecuencia, nuestra tasa de reciclaje (39% en 2022) está significativamente por debajo del promedio europeo (49%) y nos pone en riesgo de no cumplir los objetivos comunitarios.
Esta dualidad dibuja un perfil de «eficiencia lineal». Somos buenos optimizando un sistema de sentido único, pero fallamos a la hora de cerrar el círculo. El principal cuello de botella no está en la fábrica, sino en la debilidad de nuestros sistemas de recuperación y en la falta de un mercado robusto para las materias primas secundarias.
Tabla 1: Indicadores Clave de Economía Circular: España vs. Media UE-27
| Indicador | España | Media UE-27 | Año del Dato | 
| Tasa de Uso de Material Circular (%) | 8,9 | 11,7 | 2021 | 
| Productividad de los Recursos (€/kg) | 2,86 | 2,14 | 2019 | 
| Tasa de Reciclaje de Residuos Municipales (%) | 39 | 49 | 2022 | 
| Tasa de Vertido de Residuos Municipales (%) | ~55 | 24 | ~2019 | 
| Generación de Residuos Municipales (kg/cápita) | 467 | 513 | 2022 | 
La realidad de la PYME: una circularidad «accidental»
Con este telón de fondo, nos adentramos en el corazón de la economía española: sus PYMES. Y aquí es donde encontramos la paradoja más reveladora.
El primer dato es contundente: el 54% de las PYMES españolas desconoce en qué consiste el modelo de economía circular. Más de la mitad del motor productivo del país opera sin conocer uno de los paradigmas de competitividad más importantes del futuro. Esta brecha de conocimiento es la barrera más fundamental de todas.
Sin embargo, y aquí viene lo interesante, esta falta de conocimiento estratégico no impide que las PYMES actúen. De hecho, implementan numerosas prácticas que son, en esencia, circulares. Pero su motivación no es una visión transformadora, sino algo mucho más terrenal y pragmático: el ahorro de costes y el cumplimiento de la ley. A este fenómeno lo podemos llamar «circularidad accidental».
Los datos lo confirman:
- Casi el 82% de las PYMES ha implementado medidas para reducir su consumo de recursos. La acción estrella, mencionada por un abrumador 93,9%, es la modernización de la iluminación a sistemas más eficientes. Una inversión con un retorno económico directo y medible.
- Un 60% de las PYMES utiliza materias primas secundarias, pero este dato está impulsado masivamente por el uso de papel y cartón reciclado (71,3%), un material asequible y con una cadena de suministro muy desarrollada.
- La gran mayoría (81,8%) separa en origen los residuos más comunes, como el papel/cartón (86,3%) y los envases (50%), coincidiendo con las fracciones para las que existen contenedores públicos y sistemas de gestión bien establecidos.
El patrón es claro: las PYMES adoptan con facilidad aquellas medidas que suponen un ahorro directo en la factura o que se apoyan en sistemas externos que no les exigen un gran esfuerzo.
La otra cara de la moneda la vemos en las prácticas de mayor valor añadido, aquellas que requieren una visión estratégica, conocimiento técnico y una inversión a más largo plazo. Aquí, las cifras se desploman:
- Apenas un 24% considera criterios de ecodiseño (como la reciclabilidad o la durabilidad) al crear sus productos.
- Solo el 12,5% ha adoptado medidas para reutilizar el agua.
- Menos de la mitad (43,3%) forma a sus empleados en gestión de residuos o consumo eficiente.
La conclusión es inevitable. La PYME media no se pregunta «¿cómo puedo rediseñar mi negocio para ser circular?», sino «¿cómo puedo bajar la factura de la luz?». Y es una pregunta totalmente lógica. Para involucrar a la base de nuestro tejido empresarial, debemos hablar su idioma: el del ahorro, la eficiencia y la mejora tangible de la cuenta de resultados.

No todas las PYMES son iguales: el tamaño y el sector importan
Generalizar sobre las «PYMES» es un error. Una startup de dos personas no tiene nada que ver con una empresa industrial de 200 empleados. El análisis de los datos revela que el tamaño es el factor más decisivo a la hora de adoptar la economía circular.
Existe lo que podríamos llamar un «Umbral de Capacidad Circular», que se sitúa entre los 10 y los 50 empleados. Por debajo de este umbral, las microempresas carecen de los recursos y la escala para ir más allá de las medidas más básicas. Por encima, las medianas empresas empiezan a integrar la circularidad de forma más proactiva y estratégica.
- Conocimiento: El concepto de economía circular solo es conocido por una mayoría en las empresas de más de 50 empleados.
- Ecodiseño: Esta práctica, clave para la circularidad, está casi exclusivamente concentrada en las empresas de más de 100 empleados.
- Formación: Existe una «correlación muy fuerte» entre el tamaño y la probabilidad de formar a los empleados en materia ambiental.
El sector de actividad también define las prioridades:
- La industria es la que tiene mayor conocimiento y la que más materias primas secundarias utiliza, empujada por la regulación y la lógica de costes. Sin embargo, también es la mayor generadora de residuos.
- La construcción es un sector prioritario por su enorme consumo de recursos, pero ya muestra una tendencia a invertir en maquinaria más eficiente para ahorrar.
- La hostelería es un caso de estudio fascinante. Lidera de forma destacada en la separación de flujos muy específicos como el vidrio (63%) y el aceite usado (57%), demostrando que cuando existen sistemas de recogida especializados y eficientes, la adopción es masiva.
- El comercio y los servicios, por su parte, se comportan de manera muy similar a los hogares, dependiendo de los sistemas públicos y centrándose en la eficiencia energética de sus locales.
Este desglose nos enseña que no hay una solución única. Las microempresas necesitan incentivos directos y soluciones sencillas, mientras que las medianas empresas ya pueden beneficiarse de programas de innovación más complejos.
Conclusión (y próximos pasos)
Esta radiografía nos deja una imagen clara y llena de matices. Tenemos un país con una base industrial eficiente pero un sistema de fin de ciclo deficiente. Y en el centro, un gigantesco tejido de PYMES que, a pesar de un gran desconocimiento estratégico, ya está aplicando medidas circulares por pura lógica empresarial.
Hemos diagnosticado el «qué» y el «dónde estamos». Pero ahora surgen las preguntas clave: ¿Qué barreras concretas impiden que las PYMES den el siguiente paso? ¿Qué fuerzas las están impulsando? ¿Y qué tipo de ayudas y estrategias necesitamos realmente para acelerar esta transición?
En el próximo artículo de esta serie, abordaremos estas cuestiones, pasando del diagnóstico a la acción. Analizaremos los obstáculos, los impulsores y la hoja de ruta a seguir para que la economía circular deje de ser «accidental» y se convierta en el motor consciente de la competitividad de la PYME española.
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